Un profesional, avalado
por
su extensa trayectoria, relata
hechos sorprendentes en los
que actuó como protagonista.
Un caso argentino
A los cinco años tuvo el primer sueño.
Un avión biplano de color plateado que hasta un momento antes había volado
sin inconveniente alguno entraba repentinamente en picada y se estrellaba
contra la superficie del planeta. Se hacía añicos ante un estrépito que
se mezclaba con su propio llanto. La madre acudía para restañar las lágrimas.
Pero el sueño, la pesadilla angustiosa, sus gritos, volvieron a repetirse.
El avión planeaba suavemente y después se precipitaba hundiéndose en la
tierra. Las imágenes lo persiguieron durante mucho tiempo. A los trece
años se cerró el ciclo: tuvo el último sueño. Siempre el avión plateado
que caía en tirabuzón.
Quince
años después, el 26 de enero de 1962, participando en el XII Campeonato Nacional de Planeadores (ida y vuelta entre Junín y 9 de Julio,
provincia de Buenos Aires), debió aterrizar por inconvenientes climáticos,
en las proximidades de Zavalía. Y en esa espera,
absorto en una inquietud indescifrable, escudriñando el cielo, vio un Stearmann (el avión
del sueño cíclico) que entraba en tirabuzón y se desintegraba en tierra.
En Junín, el diario La Verdad,
del mismo día, resumió así la tragedia:
“Eran
alrededor de las 19, cuando –según manifestaciones de vecinos del lugar–
el Stearmann entró
en una ‘picada’ pronunciada, precipitándose a tierra.
Rápidamente
varias personas corrieron hacia el lugar del accidente, tratando de auxiliar
a los ocupantes del avión, el que había incrustado en la tierra su hélice
y motor, quedando la parte delantera convertida en una masa informe de
tela, maderas y hierros retorcidos.
Muller pudo ser extraído de la máquina sin dificultades, pues
el lugar que ocupaba no sufrió mayores deteriores, mas la tarea se tornó
ardua cuando trató de socorrer a la joven Alicia, pues la cabina en la
que ésta viajaba se había comprimido contra un cuerpo siendo necesario
romper uno de los costados para auxiliarla”.
Alicia Delménico, reina del vuelo sin motor en este XII Campeonato Nacional, murió cuando era transportada en
un avión Aeronca al mando de Rolf Hossinger. Alberto Muller,
ya en estado de coma, murió a los cuatro días en el Sanatorio de Junín.
Pero
¿quién era este niño que tenía precogniciones y soñaba con la caída del
avión plateado, como luego sucedió? Se llama Norberto Fernández. Nació
en Balcarce, Provincia de Buenos Aires, en junio de 1934. Estudió en La
Plata, de cuya Facultad de Ciencias Físicomatemáticas egresó en 1960 con el título de ingeniero mecánico y electricista. Trabajó
para la Empresa Nacional de Telecomunicaciones, en un curso de posgraduados,
en la especialización de telecomunicaciones. En Francia, para el organismo
estatal, siguió estudios sobre microondas y satélites artificiales. Realizó
otras actividades (tiene brevet de planeador y pilotocivil),
y desde 1969 se dedicó a la tarea privada como consultor con estudio de
ingeniería industrial.
Ahora,
Norberto Fernández, en lo que podríamos denominar su estado paranormal, sigue idéntico a sí mismo. Quizás esto sea una
afirmación redundante. Sin embargo, aquellas premoniciones de niño en
las que se anticipaba a los acontecimientos, aquellos sueños que se repetían
hasta agotarse en la realidad, se han convertido en otra clase de vivencias.
Cae repentinamente en estado de trance, en ese estado de paragnosia (conocimiento paranormal) como hemos propuesto nosotros
denominar en parapsicología. Y a partir de aquí comienza el viaje extracorporal, desdoblándose a través
de una visión. Es el viaje psíquico que en la vieja nomenclatura llamamos el viaje astral, y ahora experiencia OBE (que
luego explicaremos) a partir de las investigaciones de Robert Morris, Rusell Targ y otros parapsicólogos contemporáneos.
Le preguntamos
por lo tanto a Fernández cómo realiza sus viajes astrales, cómo siente
el desdoblamiento de sí mismo y
qué sucede en el instante en que se transporta por los espacios orbitales.
El interrogatorio es minucioso y nos interesa en nuestra calidad de investigador
de parapsicología . Fernández nos describe su experiencia actual y nos
informa sobre dos hechos singulares. El primero está referido a las ciudades del futuro y es reiterativo del
viaje astral. El segundo es una visión (siempre a través del viaje extracorporal)
de la Tercera Guerra Mundial.
Pérdida de la conciencia
El estado de paragnosia que transporta
a Fernández comenzó por primera vez en julio de 1973. Fue en la ruta de
La Plata a Azul, cuando se hallaba conduciendo su Torino. Manejaba en buenas condiciones
cuando de pronto comenzó a “distraerse”, a sentir que se transfiguraba.
Automáticamente pasaba de su estado terrestre (por llamarlo de alguna
manera) a su estado orbital.
Perdía la conciencia de la conducción del Torino y se hallaba en una ciudad desconocida, con seres semejantes a él, pero
más altos, que vivían en conglomerados de edificios circulares de 80 metros
de alto con 9 niveles.
Cuando
llegaba a Azul se recobraba del viaje astral. Volvía a su conciencia de
conductor. Pero en las cuatro horas que duraban simultáneamente ambos
viajes, el de La Plata a Azul y el de La Plata al espacio orbital, Fernández
no sabia de qué manera había conducido el auto. “Despertaba” del trance
en Azul sin saber cómo y por cuáles caminos había llegado.
En algún
momento creyó que un doble manejaba el Torino mientras él, en la misma duración de tiempo, viajaba por las “ciudades
del futuro”. Perdía la conciencia del viaje material sin olvidar la visión
y los detalles de la experiencia.
Esta
visión remota aún se repite en Fernández. Lo asalta cuando está en el
auto o bien cuando se halla en su estudio, sumergido en algún problema.
Últimamente ha experimentado el efecto paranormal en el lecho. Es el instante
en que su mente se debate entre el sueño y la vigilia, en esa instancia hipnagógica en que suele producirse la clarividencia
espontánea. La primera sensación es la misma: algo así como una “distracción”
que lo desconecta del cuerpo. Luego, un impulso y el “desprendimiento”.
Es el “doble”. O en otros términos: la mente que toma conciencia de sí
misma (in se ipsum) y comienza a “viajar”, a realizar el viaje psíquico.
La visión
El percipiente nos dice cómo son
esas “ciudades” a las que llega. Los edificios son circulares y se acumulan
en círculo dentro de una unidad regional. Más allá están los aeropuertos
y las tierras que pueden explotarse. Cada edificio tiene nueve niveles,
planta baja y subsuelo. En esos niveles se desarrollan todas las actividades:
artísticas, universitarias, deportivas, sanitarias, alimentarias. Hay
lugares de esparcimiento y nadie necesita salir del edificio. Se trabaja
cinco horas para la comunidad y se dedican cuatro al estudio. Fernández
construye así una utopía de la que posiblemente nos dará detalles en un
libro que piensa escribir.
Una segunda visión
El segundo
hecho paranormal de Norberto Fernández está referido al viaje astral en
el que ve la Tercera Guerra Mundial. La percepción se produjo en 1974,
en su casa de La Plata, cuando estaba próximo a dormirse. Sintió una extraña
sensación. Advirtió que una mano invisible abría sus párpados y lo colocaba
en uno de esos edificios del futuro que tanto conocía de sus experiencias
anteriores. Un tiempo después fue recibido en una cosmonave al mando de
un ser que medía entre 1,90 a 2 metros, cubierto por una malla blanca.
En ese momento se enteró de que la “última guerra”, la Tercera Guerra
Mundial, totalmente nuclear, ya se había desatado sobre el planeta.
Fernández
nos describe esa visión, sus horrores y la desolación irreversible. Transcribo
sus palabras, las mismas que servirán de texto al libro que piensa escribir:
“Se
veían volar misiles intercontinentales en todas direcciones. Del cielo
caía toda clase de artefactos suspendidos en satélites artificiales quién
sabe desde cuánto tiempo atrás. Fui testigo de la destrucción de las más
grandes ciudades. Oleadas de aviones llevaban sus cargas de destrucción
y muerte. Poco a poco el aire iba oscureciéndose, las cenizas estaban
cubriendo el planeta. En los mares se desataban formidables batallas,
y por momentos parecían explotar y sus aguas se incendiaban, al mismo
tiempo que los desechos los iban cubriendo.
Vi la creciente mortandad de seres humanos y animales, por
guerra química, gases nocivos en gran variedad, guerra bacteriológica
portadora de las más terribles pestes. De tanto en tanto veía las zonas
que se determinó proteger. Parecía como si una gran burbuja se hubiese
formado sobre la región, producida por la nave que en cada caso descendió
en el lugar para crear un campo protector, donde nada podía entrar, ni
los gases, ni polvo radioactivo, ni bombas. Así fueron transcurriendo
los días hasta que prácticamente no distinguimos movimiento vivo alguno.
Sólo bombas voladoras, o algún satélite que dejaba caer su mortífera carga.
La Tierra se había transfigurado, todo era desolación, humo, incendios,
pestes, nubes radioactivas”.
El fenómeno OBE
Indudablemente, en Norberto Fernández
se produce el fenómeno OBE: Out-of-Body Experience, o viaje extracorporal que, vulgarmente, como
ya dijimos, llamamos viaje astral.
El sujeto se halla fuera de su cuerpo, sobre el cual planea como si estuviera
escindido. Se ve a sí mismo (ve su cuerpo) desde su propio doble, y hasta
observa quiénes están a su lado, qué dicen y qué hacen. Estas experiencias
han sido consignadas desde hace más de veinte años, con sujetos que sufrieron
graves accidentes o han estado en una camilla de operaciones.
Pero
¿qué es el “doble”? ¿Cómo se produce su desprendimiento? ¿Es la psique
la que sale fuera del cuerpo, o se trata de bioplasma (aura, energía etérea o astral, en otras denominaciones no muy correctas),
teniendo en cuenta que somos capaces de proyectar una luminosidad de acuerdo
con la naturaleza electromagnética del cuerpo? La contestación a esta
pregunta, si admitiéramos que es la psique la que se desprende y se aleja
del cuerpo, resolvería el problema de la supervivencia del espíritu. No
es éste, sin embargo, el tema que nos interesa por ahora.
El cordón de plata
En nuestro caso el investigado y
otros percipientes han experimentado el fenómeno OBE.
Pero no todos han visto el llamado cordón
de plata, que puede admitirse por vía de hipótesis. Este cordón es
el que une el cuerpo con el doble cuando se produce la proyección. El
primero que lo consignó (al margen de antiquísimas leyendas que también
lo mencionaban), fue Sylvan Muldoon en The Projection of the Astral Body,
libro escrito en 1929, en colaboración con el metapsiquista Hereward Carrington.
Nos describe cómo y de qué manera flotaba Moldoon sobre su propio cuerpo. Esto sucedía con la sensación de que su doble,
al que llama “cuerpo astral”, lo hacía en forma vertical mientras un cordón plateado unía ambos cuerpos. Es decir que el “cuerpo astral”,
si bien estaba desprendido, quedaba unido a la carne del otro cuerpo a
través de un cordón plateado. (De aquí deriva la creencia de que si el
cordón se rompe, se produce, instantáneamente, la muerte del sujeto).
En tanto sucedía este hecho, el sujeto permanecía en estado cataléptico.
Un segundo libro, The Case for Astral Projection (1936), refirmó estas consideraciones.
En 1951
ambos autores publican en Londres (por intermedio de Rider and Company) The Phenomena of Astral Projection, en el
que afirman lo siguiente: “La proyección astral se basa, fundamentalmente,
en este concepto: el doble –contraparte
etérea del hombre– es capaz de separarse a veces del cuerpo físico, llevando
consigo la conciencia del sujeto. De esta manera obra en el cuerpo astral
que puede volverse para observar su cuerpo físico (...) y considerarlo
como un intruso. Conectando estos dos cuerpos –el
físico y el astral– verificamos un cordón
etéreo que casi siempre emerge de la frente del cuerpo físico y penetra
en el cuerpo astral por la parte posterior del cuello. Mientras el
cordón permanece intacto, hay vida, y el cuerpo astral, valiéndose de
él, regresa para reanimar el cuerpo. A pesar de esto, cuando el cordón
etéreo se corta –como sucede con la muerte– el cuerpo astral ya no puede
retornar para reanimar al cadáver que se desintegra”.
Formas fantasmales
La experiencia de Sylvan Muldoon comienza cuando éste
tenía doce años. Fue un hecho espontáneo. Se halló –nos dice– repentinamente
separado de su cuerpo físico, “al que pudo ver tendido sobre el lecho”.
En otro momento produjo golpes al tiempo de su proyección extracorporal.
Este
cuerpo astral (seguimos la denominación metapsiquista),
viajero del espacio, produciría formaciones fantasmales. Veamos lo que Muldoon y Carrington expresan en
el citado Phenomena of Astral Projection:
“Tomemos
el caso del capitán A. W. Monckton, de la Real
Sociedad Geográfica Escocesa y de la Sociedad Zoológica, tal como lo relata
en su libro Some Experiences of a New Guinea Resident Magistrate. No sólo
se observó y oyó a la forma fantasmal, sino que también, al desplazarse
por el cuarto, sus pisadas se hundieron
en la alfombra, sobre el piso, como si un ser humano caminara por
él. ¿Una alucinación puede explicar todo esto? (Fue presenciado por dos
personas). Tomemos, asimismo, el caso del reverendo D. W. Gwynne,
en Phantasms of the Living (t. II, págs. 202-203). Aquí la forma fantasmal despabiló y apagó
realmente una vela. ¿Puede producir efectos sobre el mundo material una
creación puramente subjetiva?. Resultaría difícil admitir esto, sobre
todo porque fueron muchos los casos de esta índole, que, según el criterio
general, se descartaron con ligereza al considerar el problema de la posible
objetividad de la forma fantasmal”.
Los
autores defienden su tesis a favor de la realidad del cuerpo astral, al
que consideran separado y distinto del cuerpo físico. No admiten que este
cuerpo astral esté vinculado con ningún tipo de alucinación o fenómeno
subjetivo. Aportan, además, una serie de testimonios o casos donde el
desdoblamiento se ha producido a voluntad o conscientemente
Uno
de estos casos fue protagonizado por la mujer de Conan Doyle, el creador de Sherlock Colmes. Las declaraciones se realizaron para el Empire News, y fueron registradas en el Prediction Magazine, del
mes de diciembre de 1936, con el título de Mensajes
de Conan Doyle.
En estas declaraciones, la mujer del novelista expresó que “su cuerpo
etéreo se separó del corporal, al que vio como si estuviera muerto”. Después
el cuerpo etéreo se desplazó hacia una región luminosa, donde pudo ver
a Conan Doyle. También
vio a su hijo Dennis y a otros miembros de la
familia que habían asistido a la operación que la salvó de una grave enfermedad.
Aquí conviene recordar que el escritor inglés era espiritista y autor
de más de un libro sobre la materia.
También
se recuerda el caso de la señorita Haemmerle,
uno de los ejemplos del coronel A. de Rochas,
la cual, cierta noche, se sintió capaz de abandonar concientemente su
cuerpo. Realizó la experiencia sin inconveniente alguno y “vio su cuerpo
físico que yacía sobre el lecho a una distancia de seis paso”.
En otros
casos, mucho antes de las actuales experiencias extracorporales,
el doble había golpeado distintos objetos colocados a su alrededor. Los
había tocado o descrito.
C. G. Jung
Un ejemplo importante de visión remota
es el de C. G. Jung, experiencia que él mismo
nos relata en Recuerdos, sueños,
pensamientos (Barcelona, Seix Barral, 1971):
“Me pareció como si me encontrase allá arriba en el espacio. Lejos de
mí veía la esfera de la tierra sumergida en una luz azul intensa. Veía
el mar de azul profundo y los continentes. Bajo mis pies, a lo lejos,
estaba Ceilán y ante mí estaba el subcontinente de la India. Mi campo de visión abarcaba toda la tierra, sin embargo,
su forma esférica era claramente visible, y sus contornos brillaban plateados
a través de la maravillosa luz azul”.
Jung sigue relatando su viaje extracorporal, su visión del
Mar Rojo, parte del Mediterráneo y las montañas nevadas del Himalaya.
Nos dice que se hallaba parado sobre un bloque de piedras y que, hacia
la derecha, sentando en un banco vio a un hindú en posición de loto: “Llevaba
vestiduras blancas y se encontraba en un estado de pasividad total (...)
Me esperaba a mí: silencioso.
El relato
es apasionante. Jung nos recuerda su estado
de inconsciencia. Fue el instante que siguió a un infarto cardíaco. La
visión comenzó cuando “estaba expuesto a un inminente peligro de morir
y me daban oxígeno y alcanfor”. Un detalle curioso de esta experiencia OBE fue el hecho de que, en el instante de producirse,
la enfermera que lo asistía vio una luz alrededor de su cuerpo: “Estaba
usted como rodeado por un claro resplandor”, expresó ella. Jung,
por su parte, añade: “Este era un fenómeno que ella había observado algunas
veces en los moribundos. Estaba en el límite más extremo y no sé si me
encontraba en un sueño o en un éxtasis”.
Dies Helb, al estudiar este fenómeno
en Mundo Desconocido (setiembre
1977), expresa que “junto al cuerpo físico, el hombre posee un segundo
cuerpo, denominado cuerpo–energía, compuesto de bioplasma,
un cuarto estado de la materia. Durante el sueño se da el desdoblamiento
cuando el cuerpo–energía se desprende del cuerpo físico para absorber
la fuerza vital cósmica.”
Afirma
que “existe gran diferencia entre el desdoblamiento y el sueño, tanto
en relación con el tiempo durante el cual se realizan ambas experiencias
como posteriormente, en lo que respecta a su recuerdo: en el desdoblamiento
lo que pasa a nuestro alrededor no es deformado ni se presenta en forma
irreal como sucede en el sueño”.
El black–out
El tema de los viajes extracorporales fue retomado por el investigador inglés Robert Crookall. El abandono del
cuerpo físico se produciría por la cabeza, mientras el sujeto experimenta
un black–out, pérdida temporal del conocimiento. En esas condiciones el viaje extracorporal
se convierte entonces en un hecho Psi. Cuando el percipiente se recobra,
se produce un segundo black–out, que indica
el regreso, cuando es demasiado rápido, provoca un shock sobre el cuerpo físico.
También han analizado el viaje extracorporal F. W. H. Myers en The Human Personality (1903), Gurney, Myers y Podmore en Phantasms of the Living (1886)
y Carolina Larsen en My travels
in the Spirit World (1927). Modernamente
se han realizado experiencias OBE con el psíquico Ingo Swann, el cual es autor de To Kiss Earth Good-Bye (1973).
John Wilhelm, a su vez en The Search of Superman (1973), nos habla del espionaje psíquico realizado mediante el viaje extracorporal. Es periodista
del Time y se ocupa de problemas
paranormales. Asegura que la CTA y el FBI, incluida
la NASA, han realizado estos experimentos con dotados a fin de obtener
información de carácter político.
La lista
sobre la experiencia OBE incluye otros autores.
Nosotros podríamos agregar que el caso del ingeniero Norberto Fernández
enriquece esta bibliografía. Sólo faltaría una referencia detallada (imposible
ahora) de los estados de paragnosia, o de éxtasis,
como él los denomina, en que se sumerge para realizar el viaje extracorporal.
Por otra parte la visión remota del dotado argentino asume un aspecto
distinto respecto de otros hechos similiares.
Cuando
Fernández se halla fuera de sí mismo y ya en esas ciudades que hemos descrito,
“trabaja y convive” con los seres que las habitan. Se considera semejante
a todos ellos y no advierte diferencias. Es como si regresara a mundos
paralelos en los cuales estuvo alguna vez. Todo esto estaría vinculado
con la energía pensante que él identifica como inteligencia, pero que
también admite como posibilidad de impulsión hacia la visión remota. |